Alicia Sánchez-Camacho: 'Bárcenas se podía haber quedado en el Polo Norte'

Pasamos un día con la presidenta del PP en Cataluña, la mujer que podría ser una de las próximas ministras del Gobierno.

Pedí un préstamo de casi 800.000 euros para la casa, mi fecundación ‘in vitro’ y otras cosas...”

Parece una cosa. Pero es otra.

Parece una misa con pastor; una reunión de venta directa; un cumpleaños con ganchitos y patatas. Pero es un encuentro con simpatizantes del Partido Popular en Sabadell, un municipio del área metropolitana de Barcelona en el que los seguidores de Alicia Sánchez-Camacho, su presidenta, se juntan para darse ánimos.

“¡A ver! ¿Qué queréis, hacerme preguntas o que yo os cuente?”, se ofrece ella a voz en grito a las 20 personas que abarrotan la pequeña sala de la nueva sede del PP arremolinadas en torno a su líder. “¡Que nos cuentes, que nos cuentes!”, responden casi al unísono, mientras unos jóvenes al fondo apuran el piscolabis. “¿Qué pasa con esos de ahí? Estáis comiendo, ¿no? Es mucho más importante, ¡di que sí!”. Las risas arrobadas estallan. Un chico deja tímido la Coca-Cola sobre la mesa. A la presidenta no se le escapa una.

Un afiliado ya lo había comentado: “Necesitamos cursos, clases para que nos digáis qué tenemos que decir”.

Camacho, que sin la presencia de las cámaras de televisión se ha quitado la chaqueta de tweed y se ha enrollado un moño informal a la cabeza, muerta de calor, se arranca pedagógica: “Quiero deciros varias cosas: el presidente Rajoy hace lo que debe, aunque os parezca que le critican la falta de liderazgo, que no sale en los medios... Todos estamos de acuerdo con la doctrina liberal, con bajar los impuestos, pero ahora no se puede… ¿Por qué? ¡Lo debéis saber para que luego se lo expliquéis a la gente! Nos hemos encontrado una deuda de 900.000 millones de euros. Esto es el total de la riqueza del país. Imaginad si tuvierais la misma deuda que vuestro sueldo”.

“¡Es increíble, es increíble!”, masculla entre dientes, indignada, la mujer que se ha situado al lado de la presidenta y que ahora cierra los ojos en un gesto de absoluta irritación.

Camacho continúa: “Rajoy dijo: ‘Si no subo los impuestos, nos rescatan’… Por tanto, ¿qué pasa? Pues que hay que hacer un esfuerzo importante en reducir; Cataluña tiene 654 empresas públicas, hay que disminuir muchas, porque algunas son deficitarias, como la Agencia Catalana del Agua o la televisión pública catalana ”-.

El público es peleón. La interrumpe para pedirle que se eliminen las comunidades autónomas, que se les cierre el grifo a los sindicatos… Sánchez-Camacho ruge de repente: “¡Y todos los corruptos a la cárcel!”. La gente estalla en aplausos. El voltaje de la sala sube. Sin embargo, nadie se atreve a preguntar por la operación Mercurio, el caso de corrupción en el que se ha visto implicado el exconcejal del PP en Sabadell, Jordi Soriano, ni sobre el huracán mediático que esta mañana ha arrollado a la presidenta del PPC. Hoy se ha publicado que su partido le triplicó el sueldo en plena crisis hasta los 180.000 euros.
La política ha discutido con su jefe de gabinete en el coche y ya ha tenido que justificar, en dos entrevistas de radio y una rueda de prensa, las retribuciones extra que recibe del PP catalán (además de su sueldo como senadora y sus dietas parlamentarias) . “Cobro lo que me corresponde. Hago un trabajo y me pagan por él de manera legal”, ha dicho.

Pero ahora, aquí, ante sus seguidores, después de haberles instruido con datos que, de ser ciertos, hundirían la economía mundial (“Para que lo entendáis: España se financiaba al 7 por ciento y Alemania al 0 por ciento. Eso significa que Alemania, por cada euro que pide, le cuesta cero, y a nosotros nos cuesta siete euros”. En realidad nos cuesta 0’70 céntimos) , Alicia, como todo el mundo la llama, ya no necesita defensa.

¿Qué televisión le ha hecho la pregunta sobre su sueldo? ¡Sólo venían por eso!
—¡Los de la secta [por la Sexta]! ¡Ja, ja!

En los últimos minutos la presidenta parece tomar conciencia de lo que todos piensan en la sala: “Sé que las cosas que hacemos no llegan a la gente, que hay más paro… Pero esto cambiará. Y lo tenéis que decir, lo tenéis que explicar”.

Como en todo negocio, reclutar es tan importante como vender. Y motivar.
Pero los medios de comunicación, ¿por qué no ayudan? Tenemos Televisión Española, que es nuestra, y podríais hacer que nos apoyara más —le espeta un espontáneo.
—No, no colaboran. Siempre han sido nuestro talón de Aquiles y hemos renovado TVE, hemos puesto personas… ¡Pero chico, tienen que cambiar un poco más! Yo ya me quejo. Sobre todo con la Televisión de Cataluña…

El acto termina y por fin, la joven de ojos intensos de Nuevas Generaciones que se ha pasado el encuentro en una esquina de arriba abajo mordiéndose las uñas, se lanza a la jefa de prensa: “La foto, por favor, la foto con la presidenta”. La instantánea se toma después de que a Camacho le regalen una Virgen bendecida y pose una y otra vez. En prensa están preocupados: Alicia tiene mala cara. Pero ella resiste el cansancio. Da besos, abrazos y ánimos. Muchos ánimos. “¡A seguir trabajando por el PP!”, se despide. Baja las escaleras a toda prisa: “Dios mío, qué calor”. Llega tarde a la próxima cita. Es la quinta de la mañana. Una concejala se congratula: “Menos mal que ha venido a dar ánimos a la tropa, necesitábamos esto como el agua”.


*Artículo originalmente publicado en el número 59 de Vanity Fair

© Sofía Moro

En el Centro Galego Nós, el encuentro frente al lacón, las empanadas y una concurrencia, escasa, de personas mayores, es más personal, menos adoctrinador. El tono informal arranca las verdades: “Aunque sea imposible, lo que tengo que conseguir es gobernar en Cataluña”. Pero también revela la gran relaciones públicas que es Alicia Sánchez-Camacho. “Ah, usted se llama Manuel, como mi padre”, “Palmira, ¡cuánto tiempo! ¡Si no es dinero, pídame lo que quiera!”. Uno a uno, la política se ha aprendido los nombres. Y como hace con la oposición y los periodistas —a los que se dirige con diminutivos, abraza, come y cena—, Camacho acaricia las mejillas de los señores (“los políticos tienen que ser accesibles”) ... Y compromete, entre risas: “¿Es usted soltero? A mí me gustan mucho los solteros…”.

Esta vez el brindis es por el Centro Galego Nós, por Cataluña y por España. La presidenta se va, entre aplausos, con un rosario entre las manos regalo de su gran fan, Palmira.

¿Le seduce seducir?—le pregunto un rato después, cuando nos volvemos a encontrar en el Círculo Ecuestre de Barcelona, el club privado donde realizaremos la sesión de fotos y donde ha vuelto a ser ovacionada en la chisposa sobremesa de un grupo de empresarios, como ella dice, de la “alta burguesía catalana”.
—No es que me seduzca seducir, soy una persona que tiene una capacidad innata para relacionarse de una manera sincera con la gente. Me pasa con los colegas de la oposición y con los periodistas. Y eso no tiene nada que ver con el posicionamiento ideológico, sino con las relaciones personales. Siempre he tenido una gran capacidad para conectar con gente de diversos ámbitos.

Sus 471.197 votos provenientes de las clases más trabajadoras y las más altas, según las estadísticas de las últimas elecciones autonómicas de 2012, lo corroboran. Alicia Sánchez-Camacho (Barcelona, 1967) es, para los no nacionalistas catalanes de ambos extremos, la opción más deseada. Por eso ella trata de virar al centro y ganarse la confianza de todos aquellos que se sienten catalanes, pero no reniegan de España. “Los que no están de acuerdo con las derivas independentistas del señor Mas”, aclara. El señor Mas, como ella llama a Artur Mas, es, hoy por hoy, su gran rival, pese a haberle apoyado en las dos últimas legislaturas para que los convergentes pudieran aprobar los presupuestos autonómicos. Hoy CiU y su socio de gobierno, ERC, no logran sacar adelante los de 2013.

Confiese, ¿cómo se lleva con Mas en la intimidad?
—No me llevo en absoluto. Ni en la intimidad ni fuera. Nada. Hemos tenido una relación de respeto y entendimiento en el ámbito político, pero para mí ha sido una gran decepción personal y profesional. Una persona de la que te fías y con la que llegas a acuerdos, piensas que los va a cumplir, y después te das cuenta de que te ha utilizado para hacer una plataforma independentista.
Pero usted tiene gran capacidad de navegar entre dos aguas: hace un mes, en un pleno del Parlament, le tendía la mano a Mas para poder aprobar los presupuestos de este año y varias semanas después declaraba en TVE que se arrepentía de haberle ayudado a aprobar los de 2011 y 2012...
—Yo no le tendía la mano. Lo digo clar i català: no ayudaremos a Mas. Lo que le propuse es que dejara a Esquerra, se fuera con los socialistas y aprobara los presupuestos.

Camacho habla con la determinación de una metralleta. Un arrojo que la caracteriza, parece ser, desde pequeña. Tenía sólo 15 años cuando a su padre, comandante de la Guardia Civil retirado de 65 años, le afectó tanto la reforma en la pensión de jubilación que no podía pagar el colegio Sagrado Corazón de María, al que iba Alicia, la hija pequeña de cinco hermanos. “Yo había visto que la gente se presentaba con unas tarjetas de visita, así que cogí unos folios, los recorté, puse mi nombre completo, mi edad, mi teléfono y -recorrí todos los bancos de Blanes (Girona) donde vivíamos, decidida a trabajar en uno de ellos”. Al año siguiente alguien que se quedó sorprendido de su osadía le facilitó unas prácticas de verano.

Una voluntad que volvió a demostrar cuando, después de haberse licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona y cursado un máster en Administración Pública, aprobó en tan sólo seis meses las oposiciones a funcionaria del Cuerpo Técnico de la Administración de la Seguridad Social. “Estudiaba entre 16 y 20 horas diarias y tomaba café a todas horas para no dormirme por las noches. Tuve que empezar a comer migas de pan para que el estómago no rechazara el café. Desde entonces lo bebo con agua, porque me generó una alergia que todavía tengo”.


*Artículo originalmente publicado en el número 59 de Vanity Fair

© Sofía Moro

Mi hijo se va a educar en una unidad familiar con padre y madre. aunque yo he hecho la opción en solitario, espero tener la pareja que necesita”

En 1995 los socialistas la nombraron directora provincial del Ministerio de Trabajo en Girona, un puesto de libre designación.

¿No pensó entonces en afiliarse al PSC?
—Jamás. Soy de ideas de centro derecha y soy una profunda liberal. Mis padres eran de derechas y la educación que he recibido es muy de derechas. Jamás pensé en el partido socialista, pero tampoco en el PP. Lo que sí se ha dicho es que a alguien de CiU le hubiera gustado en esa época que yo formara parte del partido, y algunos comentarios hubo, pero respondí diciendo que yo era catalana, pero también era española, y no podía estar en un partido que no reconoce la españolidad.

En 1996 se unió al PP, y tras ocupar varios cargos en el Ministerio de Trabajo, junto a su responsable, Javier Arenas, y al secretario de Estado, Manuel Pimentel —dos de sus padrinos políticos—, se marchó a Estados Unidos, pese a que entonces no sabía inglés, a ocupar el puesto de libre designación que María Dolores de Cospedal dejaba como consejera laboral de la Embajada española en Washington. “Mi gran sueño había sido ir a Oxford o Cambridge, pero no pude cumplirlo porque mis padres no tenían recursos”. Poco tiempo después Arenas la llamó para convertirla en presidenta del PP de Girona. Camacho encabezó las lista del partido en las autonómicas de 1999 y consiguió el acta, algo que repitió en los comicios de 2003. Fue entonces cuando se convirtió en tertuliana asidua: “Me pasaba el día en los medios: con Ana Rosa, Julia Otero, El gato al agua...”. Como buena opositora, era capaz de recitar al dedillo las tesis de su partido. Su cara se hizo conocida. En 2004 el PP la promocionó. Dio el salto a Madrid, renunció a su escaño en el Parlament y se aseguró el cuarto puesto en la lista de Barcelona a diputada del Congreso. Rajoy perdió las elecciones, pero ella fue elegida diputada del PP y nombrada portavoz de la Comisión de Interior.

Y en medio de esta meteórica carrera se divorció y tomó una decisión que, pese a lo extrovertida y abierta que es, no le contó ni a su familia ni a sus amigos más íntimos. Pidió un crédito y durante años se sometió a un tratamiento para tener un hijo por fecundación in vitro. Cometió el desliz de confesárselo, en privado, a Luis del Olmo, con quien Camacho colaboraba en Protagonistas, y él lo soltó en antena. “Me tocó llamar a Mariano Rajoy, al partido y a mi familia…”.

¿Cómo reaccionaron?
—Con sorpresa. La que peor lo llevó fue mi madre. Yo he tenido una educación en la que los principios católicos y cristianos son fundamentales, muy arraigados. No lo entendió. Le costó asumirlo. Pero una vez nació su nieto, tiene locura absoluta, aunque sigue preocupándose mucho por él porque le da la sensación de que está huérfano, carente del afecto de un padre.
Su argumento en contra de que las parejas gays no puedan tener hijos o adoptar es porque cree que un niño debe tener un padre y una madre. Usted es madre soltera. ¿En qué momento traicionó su propia teoría?
—Es una cuestión que me han recriminado mucho. Entiendo que la gente lo pueda interpretar así, pero creo que los papeles del padre y de la madre son fundamentales para la educación de un niño. —Usted lo educa sin un padre.
—Pero yo no renuncio a que mi hijo tenga un padre. Mi hijo se va a educar, si Dios quiere, en una unidad familiar con un padre y con una madre. No creo en el modelo educativo de dos personas del mismo sexo. Y, aunque yo he hecho la opción en solitario, espero llegar a tener la pareja que mi hijo necesita.
Imagine que hubiera sabido durante el embarazo que el feto padecía una discapacidad grave. ¿Le hubiera gustado poder decidir si quería tenerlo o no? ¿Apoya todos los supuestos que conocemos de la ley del aborto que prepara el ministro Gallardón?
—Creo que el PP optará por la mejor ley posible. Voy a decirle una cosa: yo no me hice la amniocentesis, hubiera tenido a mi hijo como hubiera sido porque lo deseaba muchísimo. Pero creo de verdad que el partido hará una buena ley para todos.

Por primera vez siento que Camacho se pone nerviosa. Se toca el labio y mueve la pierna de arriba abajo. Pretendo saber si, como se dice, algunas políticas del PP están contrariadas con la nueva ley del aborto. Y si ella comprende a las mujeres que quieren poder decidir. “Ya pero es que yo... defiendo mucho la vida y siempre estaré de acuerdo con lo que haga el partido”, balbucea.

La conversación, que varios empresarios han interrumpido en dos ocasiones para pedirle “favores que ya le explicaré” y que ella ha lidiado con diplomacia, continúa en la habitación del hotel donde la maquillarán y peinarán para las fotos. No tiene inconveniente en meterse directamente en la ducha para mojarse el pelo. “A mí lo que me digáis, yo soy muy obediente” y en responder mientras la arreglan. “¡Pregunte, pregunte!”.

¿Entre sus sueños de juventud figuraba el poder?
—Jamás (dice con rotundidad) hubiera pensado en tener poder. Y sigue sin interesarme. El poder, lo poco que conozco de él, cada vez me gusta menos. De hecho, soy presidenta del partido popular catalán porque me escogieron y me pusieron, no porque yo quisiera llegar a una posición de estas características.

Lo dice con soltura. Y lo ha repetido en más de una ocasión durante nuestra entrevista: “Me pusieron”. Camacho fue impuesta, en julio de 2008, por la cúpula del PP como candidata a la presidencia del partido en Cataluña para terminar con la guerra que se había abierto entre los tres aspirantes iniciales: Alberto Fernández, Daniel Sirera y Montserrat Nebrera. Tras entrevistarse varias veces con Ana Mato, entonces vicesecretaria de la organización, Sirera y Fernández retiraron sus candidaturas. Nebrera se resistió. Se presentó a la batalla bajo el lema: ¿Ser u obedecer? El XII Congreso del Partido Popular de Cataluña fue movidito. Mato fue recibida entre abucheos y gritos de “¡Tongo, tongo!”, y, pese a que Camacho (que cerró el discurso previo a su elección con un “¡Viva la Guardia Civil!”) ganó con el apoyo del 58 por ciento de los compromisarios, fue Nebrera, la perdedora, quien salió, literalmente, a hombros entre voces de “¡Torera, torera!”.


*Artículo originalmente publicado en el número 59 de Vanity Fair

© Sofía Moro

He visto los correos de la infanta y urdangarin sobre Aznar. Cada uno puede juzgar. en cuanto uno los ve, se califican por sí solos”

La nueva líder se sentía tan poco secundada que la primera vez que se reunió con su equipo les expuso: “Yo nunca había soñado con ser presidenta del PPC, nunca lo he pedido y nunca he querido serlo, pero aquí estoy, así que...”. “Nos dieron ganas de espetarle: ¿entonces qué haces aquí? ¿No te da vergüenza? Alicia ha ido escalando puestos a dedazo”, me relata una de las personas presentes aquel día. Le pregunto a ella.

Sus adversarios políticos aducen que sus padrinos políticos le han abierto paso a las poltronas del poder.
—Me he ganado todo a pulso, y esos oponentes lo que están lamentando es no haber subido ellos. He escalado posiciones con mi trabajo y mi esfuerzo.
¿Cómo unió a un partido dividido y enfrentado a usted?
—Fue un reto difícil, pero también apasionante porque era un partido muy fragmentado, con unos problemas internos muy duros. Además, las papeletas eran abiertas, todo el mundo veía lo que votabas… Superar esa situación y lograr integrar a mucha gente ha sido una satisfacción muy importante, aunque ha habido muchos sinsabores por el camino.

El caso es que lo logró. En las autonómicas de 2010 consiguió los mejores resultados de su partido, 18 escaños. Una marca que mejoró en 2012. Pronto se convirtió en una figura clave de la política catalana, en una llave de ajuste entre Cataluña y el Gobierno. Como ahora, cuando intenta hacer entender a Mariano Rajoy que flexibilice el déficit catalán y negocie con Mas un nuevo modelo de financiación. Camacho, que predica la necesidad de consensos, según la oposición podría estar en el centro de un pacto soterrado para que CiU modere su reivindicación independentista a cambio de mejores condiciones económicas para Cataluña y de la modificación de la nueva ley de educación.

Si al final CiU rebaja su discurso independentista, y el Gobierno flexibiliza el déficit, negocia la financiación y reforma la ley de educación, ¿cuánto de este éxito será suyo?
—El éxito es de todos, pero desde luego el PPC lleva muchísimo tiempo mediando con el Gobierno de España, incluso cuando las relaciones con Cataluña estaban rotas.
¿Por eso suena su nombre como próxima ministra?
—Uy, eso me lo llevan preguntando mucho tiempo y yo no tengo aspiraciones de ningún tipo. Mariano es una persona con mucha lealtad a sus equipos. Estoy convencida de que el presidente está muy satisfecho con su gabinete y va a seguir con él.
¿Pero querría ser ministra?
—Yo soy lo que mi presidente quiera que sea, y soy presidenta de mi partido en Cataluña. Y muy satisfecha.
Camacho se sabe algunas de las respuestas de memoria. Replica mecánicamente. Pero, de repente, una cuestión la pone en alerta: “De eso no voy a hablar, no me dejan mis abogados”. Y saca la mejor sonrisa que tiene. He intentado que conversáramos sobre el vodevil que protagonizó en 2010, cuando se reunió en el restaurante La Camarga de Barcelona con la examante de Jordi Pujol Ferrusola. La mujer le relató un supuesto blanqueo de capitales que Alicia no denunció. Intercambiaron, además, detalles de sus vidas sexuales y Camacho, según se filtró, habría acusado a uno de los actuales ministros de maltratar a su mujer. Los detectives de Método 3 grabaron, no se sabe aún por orden de quién, el encuentro. Un diálogo que ha puesto en un brete a la política.

¿Qué factura le ha pasado en el partido aquella charla?
—Más personal que política. Pero no voy a decir más.
¿Cuál es el mayor error del que se arrepiente?
—El ser vulnerable. Frágil ante la dureza y la crueldad que supone la vida política en primera línea.
¿En qué ocasiones miente?
—En muy pocas. Como mucho a mi hijo y a mi pobre madre, pero no soy de mentir. Acostumbro a decir la verdad.
Hoy pedía contención y recortes a sus votantes, pero usted cobra casi 200.000 euros.
—¡Brutos! Netos, ciento y algo, y es un sueldo legal, transparente y se corresponde al trabajo que realizo.
Esperanza Aguirre decía que el político tiene que demostrar que no se enriquece haciendo política. ¿Está de acuerdo?
—Totalmente. Yo entré en política con una casa hipotecada y me iré con lo mismo. Una casa normal de 120 metros.
Para ello pidió, según consta en su declaración de bienes del Senado, préstamos por valor de casi 800.000 euros.
—No, no, la casa está en medio millón. Lo demás son préstamos que pedí para pagar la fecundación in vitro y otras cosas…
En los papeles de Bárcenas aparece uno de sus diputados, el señor Ignacio Llorens. Como presidenta del PPC ¿qué le dijo?
—Que explicara si eso era así y él lo negó. Esos papeles no se corresponden con la realidad, son pagos legales. Las donaciones tampoco, como se está viendo. Pero todo está haciendo mucho daño a la honorabilidad del partido.
Perdone, lo que se está viendo es que sí corresponden a pagos. Varias personas admiten haber recibido dinero en metálico. Y el señor Trías dice que Bárcenas se los enseñó.
—Uno: los que admiten haber cobrado lo hicieron de manera legal. Y dos: eso pregúntele al señor Trías, yo no sé…
Si se demuestra la financiación ilegal del PP, ¿qué hará?
—En política hay que ser honesto. Creo al cien por cien en la palabra del presidente nacional. Todo es legal, las donaciones han sido legales y han estado perfectamente justificadas y auditadas por el Tribunal de Cuentas. La justicia va a aseverar eso.
Su presidente fue muy criticado por comparecer a través de una televisión de plasma sin admitir preguntas. ¿Qué le parece?
—Cada uno se comunica como considera. En el PSC la mayoría de consejos se hacen así y nadie los reprueba. En cambio, desde que el presidente lo ha hecho en dos o tres ocasiones en reuniones de partido, que son internas, se critica. Yo veo a Rajoy haciendo montones de ruedas de prensa.
Me refiero a las apariciones del presidente donde debe explicar sus decisiones o los problemas que afronta. Este mes ha comparecido tres veces en España, una en Bruselas y otra en París.
—Pues yo le veo dar ruedas de prensa y contestar a todas las preguntas de los periodistas.
¿Qué le pareció la entrevista de Aznar?
—Valoro todo lo que digan los expresidentes, pero apoyo a Rajoy de manera incondicional. Aznar bajó los impuestos en el año 99 y no en el 96... Mariano está en el camino correcto para salir de la crisis porque es el que conoce la realidad.
No sé si ha leído los correos de la infanta Cristina a Urdangarin. ¿Qué le parece que se mofe de Aznar?
—Primero: respeto a la privacidad de cada uno, porque no deberían salir a la luz pública correos íntimos. Dicho esto, los hemos visto todos y cada uno puede juzgar; en cuanto uno los ve, se califican por sí solos.

Le digo a Alicia Sánchez-Camacho que, por las respuestas que ha dado, parece entregada de forma absoluta y expresa a la política y sus exigencias. “¿Le pasan un email por la mañana para saber qué tiene que decir?”. Ella ríe: “No, no, no me pasan nada, se lo aseguro”.

La presidenta catalana se relaja, mira con cuidado la ropa que lucirá para las fotos (una de sus grandes pasiones confesas) y posa tranquila. La fotógrafa dispara. Entonces, una última noticia salta a los diarios. Le leo el titular: “La trama Gürtel pagó a Ana Mato un viaje a Disneyland y organizó para Bárcenas y Sepúlveda una excursión al Polo Norte”. Sin red y sin consigna oficial de Génova, la cara de Camacho se desencaja: “¡Pues se podían haber quedado allí!”.


*Artículo originalmente publicado en el número 59 de Vanity Fair

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