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Belaunde, L. E., & Echeverri, J. A. (2008). Como un padre que da consejo’: Paullinia yoco entre los airo-pai del Perú. In M. Lenaerts & A.M. Spadafora (Eds.), Pueblos indígenas, plantas y mercados – Amazonía y Gran Chaco. Bucarest: Zeta Books. “COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO” Paullinia yoco entre los airo-pai del Perú 4 Luisa Elvira Belaunde, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú, Juan Alvaro Echeverri, Universidad Nacional de Colombia Abstract: Described by Schultes as the “most important non-nutritious plant in native economy”, with a variety of properties, such as stimulant, emetic, antihelmintic, febrifugal, antibiliary and antimalaria, the “plant of life” Paullinia yoco was, until a decade ago, very little known outside the western Tukanoan speaking peoples, the Inga and the Kamentsá, inhabiting the area of the Napo-PutumayoCaquetá Pleistocene refuge (Colombia-Ecuador-Peru border). In recent years, it has become a commodity of international trade, used to produce sliming pills sold through the Internet in Europe, the United States and Japan. Yet, its toxicity and active elements, apart from caffeine (from 1.5 - 6%), are unknown, the property rights of the peoples who have ancestrally used it have not been secured, and the studies on species wild management and domestication potential are still incipient. In this paper, we introduce some technical, social and cosmic aspects of indigenous yoco management, cultivation, extraction and classification amongst the airo-pai (Secoya, Peru), with reference to their perspectival shamanism and their daily and specialized uses of the plant. Instrumental in the acquisition and maintenance of knowledge, skills and health for both men and women, yoco takes us to the airo-pai concepts of embodiment, personhood and sociality associated to the art of “giving advice”, and “listening”, after drinking purging, and potentially poisonous, substances, which are seen as prominently affecting human speech. 104 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI A las tres de la madrugada, Anselmo Sandoval se levanta con sigilo y enciende una mechera de kerosene. A esa hora, toma un trozo de tallo de yoco blanco (quëje yoco “yoco copal”), raspa la corteza viva con el envés de un machete y sumerge los trozos de cortezas, ricas en látex amargo, en una totuma con agua. Allí “chapea” (exprime) con sus manos las cortezas para extraer el látex fresco y luego retira los bagazos que amasa como una bola y coloca a un lado. Queda en la totuma una bebida blancuzca, de sabor amargo y propiedades estimulantes, que Anselmo y muchos otros airo-pai toman de madrugada para “botar pereza” y trabajar los tejidos hechos con fibras de la palma de chambira (Astrocaryum chambira) hasta el amanecer. En esas horas tempranas, el hombre es el primero en levantarse y trabajar torciendo hilo de chambira. Sus esposa y sus hijos mayores se despiertan más tarde, toman yoco y lo acompañan, colaborando con el trabajo de torcer chambira mientras conversan suavemente, contándose sus sueños, haciendo planes para el día y aconsejando a sus hijos . Cuando el día comienza a clarear, la familia toma un baño de río. Anselmo se arregla con su túnica de colores, desayuna, y se alista para salir a la chagra o al monte. Eventualmente, tomará una segunda ración de yoco si es que se siente cansado durante el día y requiere emprender un trabajo de gran esfuerzo. Así toman yoco los airo-pai, “Gente de monte”, autodenominación del grupo conocido como secoya en el Perú, estrechamente emparentado a los Secoya del Ecuador y otros pueblos hablantes de lenguas Tucano occidental de Ecuador y Colombia, como los siona, macaguaje y coreguaje quienes también toman yoco así como los kofán y los ingano, de otras estirpes lingüísticas. Estos grupos que usan el yoco se localizan todos en el área de la triple frontera Perú-Colombia-Ecuador, en las cuencas altas de los ríos Napo, Putumayo y Caquetá. COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 105 El yoco (Paullinia yoco) es una liana de la familia Sapindaceae, poco conocida fuera de esta área. Es una especie del mismo género del guaraná (Paullinia cupana), otro estimulante que ha sido utilizado tradicionalmente por varios grupos de filiación lingüística Tupí en la Amazonia brasileña – notablemente por los sateré-maué. Desde hace algunas décadas, el guaraná ha sido producido y comercializado, y ha alcanzado una importante difusión en Brasil y otros países, tanto en el mercado de productos naturales como en la producción de bebidas industriales. El guaraná es comercializado principalmente por sus propiedades estimulantes, derivadas de la presencia de cafeína en sus frutos. Cafeína también está presente en la corteza de P. yoco, en contenidos que oscilan entre el 1.5 y 3.5%, según estudios que datan de las décadas de los 1940s y 1950s (Zuluaga 2004: 36). Solamente existe un estudio reciente (Weckerlea et al. 2003) sobre alcaloides en varias especies de Paullina, que reveló la presencia de teobromina y cafeína (0.5%) en la cortezas de P. yoco. Existen estudios clínicos recientes sobre los efectos del guaraná (Sale et al. 2005, Sharpe et al. 2006) pero nada comparable sobre el yoco. No obstante, en el mercado de productos naturales, el yoco ha aparecido en diversos productos que son vendidos como inhibidores de apetito, contra la obesidad o afrodisíacos, en tiendas de productos naturales o en Internet.1 No conocemos los estudios que apoyen la atribución de estas propiedades a los derivados de la planta.2 1 2 Ver, por ejemplo, Yocó Plus +: “Planta amazónica que solo crece en las selvas del putumayo al sur de Colombia, comprobada por su fuerte efecto inhibidor del apetito y adelgazante”, de Extractos Naturales Labfarve (http:// www.labfarve.com/usa); Aphrodisiaque Yoko: “Le Stimulant des Dieux !!” (http://www.nuitslibertines.com/jeux-erotiques/yoko.htm). Un estudio con ratas realizado por la empresa italiana RENACO, utilizando productos de yoco vendidos comercialmente y también extractos de savia coleccionados en el Putumayo dio resultados negativos para las propiedades de inhibición del apetito. 106 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI Las materias primas para estos productos comerciales provienen de la región del Putumayo y son adquiridas de los indígenas por intermedio de comerciantes locales o “cacharreros”. Pudimos verificar que un comerciante fluvial estuvo comprando cortezas de yoco en por lo menos tres asentamientos airo-pai del río Putumayo entre 2001 y 2002, y sabemos que también se ha dado extracción de yoco para comercio en otras localidades del Departamento de Putumayo en Colombia y en oras comunidades de la banda peruana del río Putumayo, destinado a laboratorios de productos naturales en Colombia (principalmente Laboratorios Labfarve) y posiblemente en el exterior (Bolivar et al. 2004). Hasta donde sabemos, la única fuente de este incipiente comercio de yoco es toda silvestre y no existen planes de manejo ni repoblamiento o cultivo de la especie. Se trata de un comercio irregular, manejado a través de intermediarios informales que compran en una zona hasta agotar el recurso silvestre, para luego desplazarse a otras zonas. Un estudio que realizamos en 2003 en varias comunidades airo-pai del Putumayo peruano mostró que las poblaciones naturales de esta especie no son suficientes para un aprovechamiento enfocado en el comercio y se hizo evidente el impacto en las poblaciones silvestres en los alrededores de las tres comunidades que habían realizado extracción de yoco para vender a un comerciante durante dos años. (Bolívar et al. 2004) Estas observaciones nos permiten tener un primer diagnóstico de uno de los escenarios en los que se puede dar la inserción de una planta silvestre, endémica de una región ecológica, e importante culturalmente: atribución de propiedades que satisfacen una demanda ávida de productos (adelgazantes, afrodisíacos); total ausencia de estudios farmacológicos y clínicos que sustenten la atribución de esas propiedades; desconocimiento de la ecología y biología de la especie que permita estimar su potencial productivo; COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 107 extracción y comercio apoyado el sistema de aviamiento o endeude por intermediarios locales; desconocimiento del uso y significado de la especie para las poblaciones que la han empleado tradicionalmente. Este escenario, que es el que vemos para el yoco, es aún más paradójico cuando uno de los productos comerciales de yoco (Yocó Plus+) es producido y vendido por un reconocido laboratorio de productos naturales en Colombia.3 En el 2005, hicimos un sondeo de las técnicas y prácticas del manejo natural y la gestión social y espiritual del yoco entre algunas de estas familias airo-pai. Este trabajo, más allá de evaluar las condiciones naturales y sociales para una potencial explotación sostenible del yoco en condiciones más justas, contribuyó a profundizar en el significado social y cósmico de esta planta en esta región de la Amazonia. Estas informaciones obtenidas con los airo-pai del Putumayo se enriquecen con el trabajo etnográfico que uno de nosotros realizó en los años 1980s entre los airo-pai del río Napo (Belaunde 2001). Frente a este panorama, preferimos retornar a nuestra escena inicial y apreciar el yoco desde la perspectiva de los airo-pai, como una planta educadora, asociada a la formación de la identidad personal para ambos géneros, pero especialmente para el hombre, y como una planta del monte que tiene dueño y espíritu. 3 Laboratorios Labfarve, que se presenta así en su página de Internet (http:// www.labfarve.com/espanol/): “LABFARVE es el primer Laboratorio en investigación de plantas medicinales en Colombia y el lider actualmente a nivel latinoamericano. El Laboratorio de Farmacología Vegetal cuenta con un grupo científico de altísima calidad profesional, encabezado por los más importantes botánicos y médicos a nivel internacional. Así mismo, bajo la orientación y coordinación entre botánicos, biólogos y agrónomos con médicos, químicos farmacéuticos, microbiólogos y patólogos de gran experiencia, LABFARVE ha demostrado ser el principal organismo de investigación en plantas medicinales, concepto compartido por la Organización Mundial de la Salud (OMS)”. 108 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI 1. El yoco tiene espíritu y tiene dueño El yoco es una liana silvestre que crece hasta la altura del dosel de bosque – 25 y más metros de altura. Por eso es una planta difícil de encontrar para el que no conoce, porque sus hojas, característicamente pentafoliadas, no son visibles desde el suelo; lo único visible es su delgado tallo de liana que no sobrepasa los 5 cms. en la variedad más apreciada – el yoco copal. No todo el mundo sabe encontrar yoco; hay personas que desarrollan una capacidad especial, con un fuerte componente onírico para encontrar y reconocer las plantas en el bosque, porque, dicen lo airo-pai, el yoco tiene espíritu y tiene dueño. Ese espíritu lo adquiere una persona mediante la ingestión de un preparado de yoco cocinado, en el que no sólo se utilizan las cortezas, sino también los nudos, las hojas y las semillas. Para tomar yoco de esta manera es necesario seguir una dieta todo el tiempo que sea necesario para que la persona se purge de la “rabia” y desarrolle un carácter tranquilo, trabajador y determinado. “Cuando tomando yoco cocinado, primero te entran ganas de rabiar. Pero hay que aguantar, hay que dietar, tomar y tomar… vomitando bien… después ya pasa la rabia, ya quedas limpio” Don Belis Sandoval, padre de Anselmo, nos explicó que si el yoco cocinado no se dieta bien, o si la persona tiene una propensión muy fuerte a rabiar, la ingestión de yoco cocinado tiene el efecto contrario al deseado, ocasionando que “la persona se ponga rabiosa con la suegra”, o “no respete la suegra” – es decir la persona se vuelve rabiosa y maldiciente, “hablando mucho”, chismeando y enfrentando a los demás, en lugar de expresarse de manera culturalmente deseable para fomentar el acuerdo y la colaboración en la pareja y la comunidad. COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 109 Debido a que el efecto de la ingestión de yoco cocinado puede tener un efecto negativo, algunas personas prefieren evitarlo. El propio Belis explica que él nunca lo tomó porque tenía “miedo de quedarse rabioso”. Igualmente, don Silverio Cabrera, curaca de gran prestigio, explica que cuando una persona demuestra mal comportamiento es preferible evitar darle de tomar yoco cocinado. “A veces también yoco mezquinando, cuando gente… un hombre loco, así pues mucho hablando, tomando, no he convidado pues. Cuando ese tomando, ¡más loco queda! … por eso he mezquinado…. A veces así, jugando así con su mujer o con sus amigos, riendo gritando, tocando sus huevos… eso no… por eso mezquinando pues” (Bolívar 2005: 84) Es riesgoso dietar yoco cocinado, pero si la dieta es exitosa, hay mucho que ganar. La persona se purga de la rabia y además adquiere la capacidad de encontrar fácilmente el yoco en el monte. Si bien es muy difícil reconocer a simple vista una planta adulta de yoco en la maraña del sotobosque, hay por lo menos dos señales que anticipan su cercanía: sus hijos, en la tierra, y su dueño en la altura. Las plantas maduras de yoco comienzan a florecer en noviembre, en el verano, y los frutos maduran y caen desde febrero, con el comienzo del invierno. El yoco fructifica generosamente en racimos que caen a tierra y germinan lentamente con las lluvias. En el sotobosque penumbroso, las plántulas se desarrollan hasta cierta altura y pueden permanecer en estado de latencia por largos períodos. (Vimos plantas de yoco de hasta 1,5 mts. de altura con unas pocas hojas totalmente cubiertas de hongos y musgo, revelando que habían estado sometidas a varios inviernos sin crecimiento alguno.) Estas plantas jóvenes, que parecen pequeños arbustos, son más fácilmente reconocibles por sus hojas pentafoliadas, y generalmente forman agrupaciones que indican que su madre (o padre) está cer- 110 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI ca. A partir de estas señas, se inicia la búsqueda del bejuco madre que un buscador veterano – y sobre todo, un buscador que tiene ese espíritu – reconoce en el acto. Pero más que las características formales de la corteza externa – generalmente de color café oscuro con lenticelas granulares formando líneas longitudinales, pero con variaciones dependiendo de las condiciones ambientales – el factor decisivo para reconocer el bejuco como verdadero yoco es el sabor de su corteza interna, un sabor amargo y astringente, inconfundible para un tomador habitual de la bebida. La segunda señal, desde la altura, es auditiva, y proviene de un ave que los airo-pai reconocen como “dueño del yoco” (yoco ijai): el ave cuacuiyó (Lipaugus vociferans), conocido también como minero gritón, en español, capitão da mata, en portugués, y screaming piha, en inglés. Esta ave raramente se ve, porque vive en el dosel, pero su canto característico resuena en la distancia. El canto del cuacuiyó, según los airo-pai, señala la presencia de yoco, sobre todo cuando los bejucos están en fructificación, porque el ave se alimenta de ellos; así, también es un dispersor de semillas. El cuacuiyó, según nos contó Seferino, conocedor de la mitología airo-pai, nació de la sangre de Muju Trueno, quien había robado las mujeres de Ñañe Luna, y en una pelea entre los dos, Luna partió en dos a Trueno con la espada que le había robado con engaños. El cuacuiyó es “muju sie”, “sangre de Trueno”, recordatorio de la rivalidad entre las dos divinidades, de la primera matanza, y de la rabia de Trueno que aún se hace escuchar a cada tempestad: “Cuando truena, el cuacuiyó canta cua-cui-yo, cua-cui-yo…” El ave es de color gris y su nido es pequeñito, agrega Seferino. Con los frutos del yoco da de comer a sus crías: traga los frutos y luego los regurgita para ellos. El cuacuiyó es un ave especial y misteriosa; Seferino nos contó que en ciertas ocasiones, cuando “quiere cambiar de plumaje”, todas las aves se reúnen y cantan y una de ellas COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 111 cambia su plumaje para tomar un color azul intenso. “Donde hay mucho yoco, allí está el cuacuiyó”, concluye Seferino, “el que toma yoco cocinado escucha el cuacuiyó y encuentra fácil el yoco”. No es sorprendente, entonces, que el yoco, así como su ave dispersora de semillas, estén tan relacionado a la rabia. El yoco es fruto de la rabia divina y puede causar gran rabia en quienes lo toman; pero así también es el mejor remedio para purgarse de ella y desarrollar un carácter tranquilo y trabajador. Es como un veneno que debe de ser utilizado en la forma y medida ciertas para transformarse en medicina. Por ejemplo, se considera que los niños pequeños no deben tomar yoco porque se volverían llorones y llevados a pataletas. También es importante evitar que toquen por inadvertencia los pedazos de yoco que son guardados en un rincón de la casa. “¿No ves que es una soga colgando en el aire? ¡Con cualquier viento que sopla se mueve!” explica el curaca Oscar Macanilla (Belaunde 2001:116). De igual manera, la persona que toca el yoco de otro sin su permiso corre el riesgo de contagiarse del carácter inestable de la liana, y volverse intranquilo y ansioso como una soga remecida por el viento. Es decir, todo lo contrario del ideal airo-pai según el cual una persona debería ser estable “como una olla bien sentada en su poto” (ibid.: 119). Para tomar yoco y beneficiarse de sus enseñanzas, hay que respetar la propiedad personal y las buenas maneras de expresión y relación social. 2. El Arte de aconsejar Como mencionamos al comenzar, el extracto de yoco en agua (sin cocinar) es tomado diariamente por casi todos los adultos como parte de la rutina de madrugada para torcer hilo de chambira. Este es un momento del día en que padres e hijos se reúnen en la intimidad, y aunque es compartido por hombres y mujeres, es un momento marcadamente masculino. Confeccionar hilo de chambira 112 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI para tejer hamacas es una obligación de todo hombre, y una expresión de su calidad de esposo y padre, ya que la hamaca es el primer regalo que un hombre le da a su futura esposa, y la palabra para la celebración del matrimonio, “huejade”, implica la noción de estar echados juntos en la hamaca a vista de todos. Las hamacas también son el principal bien de intercambio masculino, y actualmente son vendidas a los comerciantes y turistas para obtener cartuchos, anzuelos, antorchas y otros objetos de utilidad. Por ser grandes hilanderos y tejedores con chambira, los hombres airo-pai son asociados al ave umu, oropéndola (Icteridus chrysocaephalus), gran tejedor de la selva, y las hamacas son llamadas “umuturu maña”, “pequeño nido de oropéndola” (ver Belaunde 1997, 2001: 81-99). El ejercicio de la paternidad asociado al hilado y tejido de la chambira también se da en las palabras de consejo proferidas por los hombres bajo la influencia del yoco matutino. El “arte de aconsejar”, yëhuoye, tiene varios estilos y también subraya las múltiples relaciones entre personas y pájaros, ya que la misma palabra significa “silbar”, y se dice que al silbar en sus nidos, los pájaros dan consejo a sus crías. Un primer estilo de palabras de consejo tiene una estructura verbal bastante formalizada. La persona que aconseja comienza preguntando “¿Cómo piensas tu?” (¿maje më´ë cuatsaqué?) y sigue dando una lección sobre la manera socialmente adecuada de expresarse, trabajar, compartir los productos del trabajo y comportarse hacia los demás, en particular hacia la pareja. El consejo termina de manera característica con una expresión que resalta la importancia de una actitud de tranquilidad y aceptación de los conocimientos de los ancestros. “¿Cómo piensas tu? Hay que vivir despacio. Hay que vivir bien. Piensa hacia delante. No pienses hacia atrás. No hables rápido de otra gente. Pensando y sabiendo puedes hacer muchas cosas COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 113 útiles. No esperes que otras personas trabajen por ti. No toques las cosas de otros. Les vas a hacer rabiar. Sabiendo bien, así puedes hacer todo tipo de cosas. Hay que hacer como el pajarito bueno, bien sentado. No hay que hacer como el pajarito loco, siempre saltando de rama en rama. Así es como me han avisado mis antiguos. Escuchándolos, hasta ahora sigo viviendo tranquilo” (Belaunde 2001:112). Pero no todos los consejos son tan explícitos y moralizantes como éste, y muchas veces el estilo de aconsejar preferido por los airo-pai viene entrelazado con cuentos, bromistas y alegres. Un día de madrugada, cuando intentábamos torcer chambira junto con Anselmo y su esposa Lorena, tuvimos la suerte de escuchar de Anselmo la siguiente Ai cocua, “historia antigua” que nos hizo mucho reír y reflexionar sobre las expectativas que tienen los hombres airo-pai del matrimonio. Hay una historia, pues. Lo que han contado los antiguos. Había un muchacho que ya sabía hacer todo tipo de cosas. Era bien trabajador y toda la gente había escuchado hablar de él. Un día, el muchacho salió a cazar. Cuando no estaba, llegó una muchacha. Entró en su casa y se puso a preparar la comida. Cuando estaba todo listo, se echó a dormir en la hamaca del joven. De tarde llegó el muchacho del monte. - “¿Quien está en mi hamaca?”, se preguntó. Sin comer nada, se sentó en un banco, asustado. No quería echarse en la hamaca con ella. La otra gente de la maloca, estaba aguaitando para ver qué pasaba, en silencio. - “¿Ya se ha echado?” - “No.” 114 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI Así el joven ha aguantado en el banquito, sentado ahí horas. No quería echarse. - “¿Ya se ha echado?” - “Todavía.” Finalmente, ya se echó en la hamaca con la muchacha. Ahí, toda la gente de la maloca se ha puesto a cantar de alegría. Así he escuchado de mi papá que ha contado. Así los antiguos aconsejaban a los muchachos para que trabajen. Para que no los agarren desprevenidos. “En cualquier momento llega una señorita para vivir contigo”, explicó Anselmo, enfatizando la idea que los muchachos deben de estar siempre listos para atraer y escoger, o más bien, inevitablemente aceptar una esposa. Notamos que esta idea parece también aplicarse a la vida de muchas parejas. En conversaciones con hombres y mujeres de diferentes generaciones, notamos que los hombres suelen enorgullecerse y bromear recordando cuán retraídos eran antes de casarse, y cuánto demoraron en escoger a su esposa entre un ramillete de pretendientes que se les insinuaban, visitándolos constantemente de día y de noche. Sus esposas se ríen recordando a sus rivales e indican con quién tal y tal muchacha terminó casándose. Si es que el matrimonio es una cacería (Taylor 2001) y la hamaca una trampa que el hombre le tiende a la mujer, esta cacería da frutos solamente si la presa entra en la hamaca por iniciativa propia, seducida por el trabajo y la reputación de su novio. Al cazador, no le queda sino ceder ante los avances de su presa (Belaunde 2005:318). COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 115 La estrecha asociación entre el consumo de extracto de yoco y la capacidad de producir objetos útiles para la vida diaria, y en especial la vida matrimonial, nos fue claramente explicada por don Roger Rojas, una de las primeras madrugadas que pasamos juntos aprendiendo a torcer chambira. Roger comparó el consumo del yoco con el consumo de ayahuasca (Banisteriopsis caapi), una planta tradicional del chamanismo airo-pai. Tomando ayahuasca parece a una televisión. Ves muchas cosas… todo tipo de cosas. Después despiertas, y no tienes nada. Era mentira no más. Cuando tomando yoco… tempranito te levantas… torciendo chambira, trabajando… cuando terminas ya tiene tu hilo para hacer tu hamaca. Sin embargo, el ayahuasca no es antagónico al yoco, puesto que los ayahuasqueros airo-pai explican que a través de la toma de ayahuasca también es posible acceder a un mundo en iye tente, “el otro lado”, del cosmos que es habitado por unos seres celestiales, a menudo descritos en castellano como “ángeles”, llamados yoco pai, es decir “gente yoco”. La visión de estos seres celestiales formaba parte de los rituales de iniciación masculina practicados hasta unos 30 años, durante los cuales los muchachos llegados a la pubertad eran recluidos en grupo en una casa llamada yajé huë´e, “casa del ayahuasca”. Uno de los propósitos de la casa del ayahuasca era que los muchachos experimentaran la visión compartida de los yoco pai y aprendieran los cantos para poder llamarlos en sesiones de ayahuasca futuras y verlos en sueños. En las visiones, los yoco pai siempre se aparecían como jóvenes alegres, que trabajan juntos con entusiasmo, especialmente construyendo la casa comunal y tejiendo hamacas y todos los instrumentos necesarios para amoblar funcionalmente las viviendas (Belaunde 2001:152). Esta visión como me explicó el curaca Oscar Macanilla “es un consejo”. Es decir, para los muchachos iniciados, ver a los yoco pai tenía un efecto educati- 116 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI vo y formativo similar y complementario de las enseñanzas diarias impartidas por los consejos matutinos de los padres a sus hijos. La misma idea es presentada por el curaca Silverio Cabrera refiriéndose a como los yoco pai se manifiestan en sueños para incitar a los jóvenes a despertarse temprano y trabajar. Yoco pai, ese grupo, cuando viene dice…. “Bueno, ya está madrugando, ¡Levántese tío! ¡Levántese para que tome yoco para que pele su chambira!”…. “¿Quién está?” “¡Aquí está tu yoco, levántate!”… El mismo habla y así se viene enseñando, así se aprende. (Bolívar 2005:93) La asociación tan estrecha entre la ingestión de yoco y el arte de aconsejar, ya sea a través de palabras de consejo formales, cuentos o visiones de ayahuasca y sueños, se concretiza por lo tanto en la idea que el yoco es un ser animado que da consejo a los jóvenes. El “silba” las enseñanzas y educa. Por esto, el yoco también es una planta emblemática de la paternidad: es “como un buen padre que enseña a hacer muchas cosas útiles”, “botando la pereza”, “botando la rabia” y “limpiando el cuerpo”. Todas estos efectos del yoco contribuyen a “alegrarse”, sihuaye, es decir, a sobreponerse a la pesadez, los conflictos y el cansancio de las labores diarias, para transformarlas en ocasiones tenidas por una característica estética social, con buenas maneras de interacción y expresión. Sin embargo, a pesar de ser particularmente asociado a la masculinidad y la paternidad, las mujeres también toman yoco y aconsejan a sus hijos junto con sus esposos, y en algunas ocasiones hacen uso COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 117 especializado del yoco. El efecto purgante de toda “suciedad” (sitsio) física y social del consejo contenido en el extracto de yoco también es enfatizado por las mujeres, quienes suelen tomar yoco todos las mañanas durante el embarazo para que el bebe nazca “limpiecito”, sin manchas de sangre, “como si hubiese tomado un baño”. 3. La familia del yoco El yoco, además de tener dueño y tener hijos, tiene también colaterales y afines, que son lo que los botánicos, con cierta reluctancia, llaman “variedades” de yoco. Richard Evans Schultes, tal vez el más reputado y experimentado etnobotánico del Amazonas, no lograba establecer criterios claros para distinguir entre las variedades más comúnmente reconocidas – el “yoco blanco” y el “yoco rojo”, frecuentemente nombradas en la literatura – y encontraba “respuestas contradictorias” entre los indígenas sobre tales diferencias. Escribe Schultes: Encuentro imposible distinguir botánicamente el bejuco que da yoco blanco del que produce yoco colorado, pero los nativos pueden identificarlas inmediatamente cortando la corteza con un machete. He notado que el yoco colorado casi siempre es una planta más robusta y aparentemente más vieja que el yoco blanco. No es posible que las diferencias sean debidas a condiciones estacionales o del suelo, porque el yoco blanco y el yoco colorado crecen uno al lado del otro y pueden ser colectados al mismo tiempo (Schultes 1942, en Schultes 1986, nuestra traducción). La confusión del botánico deriva tal vez de que sus criterios taxonómicos no se adecuan muy bien a la lógica apelativa de los nativos, que sigue criterios, por así decirlo, más sociales – y más atentos a las propiedades sensibles. Las distintas variedades de yoco no sólo están relacionadas entre sí por lazos de familiaridad – una noción perfectamente reconocible para un botánico – y lazos de “afinidad”, 118 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI como lo veremos enseguida, sino también por los lazos sociales y prácticos de las plantas con los seres humanos que las utilizan. La variedad más común en la cuenca del río Putumayo, y la más utilizada y apreciada por los airo-pai, es quëje yoco (“yoco copal”), que correspondería al llamado “yoco blanco” y deriva su nombre del olor a incienso de su látex. Sus bejucos son más delgados que los de otras variedades y su corteza viva es de color claro. cosa yoco (“yoco milpés”) es otra variedad muy apreciada; no se distingue de quëje yoco por sus caracteres vegetativos, sino porque la corteza produce un látex más blanco (lechoso), menos amargo y con un sabor comparable al del jugo del fruto de esa extraordinaria palma: el milpés, seje, patabá o ungurahui (Oenocarpus bataua). Para Luciano y Carlota, dos tomadores de yoco, ésta es su variedad predilecta, con la cual pueden torcer chambira con más facilidad. Sólo vimos dos ejemplares de ma yoco (“yoco rojo”), en contraste con los más de 200 que vimos de quëje yoco. El ma yoco tiene un tallo más grueso y su látex es color rojizo. Ai yoco (“yoco viejo”) es otra variedad, pero es escaso en la cuenca del Putumayo y aparentemente abunda más en la cuenca del río Napo. Según Don Belis, uno de los hombres de más edad, “ai yoco y ma yoco son lo mismo”; el ma sería un ai de color rojo, y además habría varias calidades de ai yoco. Su hijo Anselmo agrega que el ma yoco también se llama yoro yoco “porque tiene rayadito”. Es de notar, que la poca presencia de ma yoco se debe a que no es considerado bueno para el consumo por tener potencialmente un efecto negativo, generando “rabia” en quien lo consume. Su nombre ma yoco, “yoco rojo” hace referencia al venado rojo (Mazama americana), un animal que es considerado repugnante e incomestible debido a que es solitario, tiene espuma en la boca y “salta de un lado al otro y no va a ninguna parte”. En particular, el venado rojo es la encarnación de las mujeres menstruantes que no respetan los rituales de reclusión menstrual que tenían por objetivo COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 119 proteger a la mujer menstruante de deformaciones de carácter y físicas, y proteger a los hombres de la contaminación con sangre menstrual. No es de extrañar, por lo tanto, que el ma yoco no es común en las chacras y es poco utilizado para consumo humano. Las variedades que hemos nombrado conforman “la familia del yoco”, y todas sirven para preparar la bebida. Muestras botánicas de estas variedades fueron identificadas todas como Paullinia yoco Schultes & Killip.4 Por otra parte están los “afines” del yoco. Son también “yoco”, pero su corteza no sirve para preparar la bebida; se parecen, pero son otra gente y por lo general se encuentran viviendo cerca. Es frecuente encontrar creciendo en la vecindad de plantas de quëje yoco ejemplares de hua yoco, que significa, “yoco suegra”. Sus hojas son pentafoliadas como todas las de la familia del yoco, pero notamos que las muestras botánicas de hua yoco secaban de color verde, en contraste con las muestras de quëje yoco que secaban con una coloración rojiza, que puede ser indicador de diferencias en estructura química.5 4 5 La identificación de las muestras botánicas colectadas en 2003 la realizó Wilson López en el Herbario Amazónico del Instituto de Investigaciones Amazónicas Sinchi, Bogotá, Colombia (COAH) y el Herbario Nacional de la Universidad Nacional de Colombia (COL), en los cuales quedaron depositados por lo menos un ejemplar de cada espécimen de la colección. Otras variedades de este grupo nombradas en el estudio del año 2003 son: aso yoco (“yoco yuca Manihot esculenta”), po yoco (“yoco blanco”), sëje yoco (“yoco amargo”), arisi yoco (“yoco bien amargo”), huito yoco (“yoco de leche”), ñama yoco (“yoco de venado”, por el color), aca yoco (“yoco de perdiz”) (Bolívar et al. 2004). Seis especimenes distintos nombrados como hua yoco fueron identificados como: Paullinia cf. faginea (Triana & Planch) Radlkofer, Paullinia cf. imberbis Radlkofer, Paullinia ovalis Radlkofer, Paullinia rugosa Benth ex Radlkofer y Paullinia sp. (no P. yoco). Es decir, aunque el nombre hua yoco parece designar varias especies distintas, ninguna es P. yoco. De 34 especies del género Paullinia, analizadas por Weckerle et al. (2003) para determinar 120 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI La variedad sima yoco (“yoco veneno”) la encontramos también frecuentemente en cercanía de ejemplares de quëje yoco. Esta variedad no se utiliza para consumo por tener un látex muy amargo y potencialmente tóxico, como su nombre lo insinúa. Según Raúl, otro airo-pai, quëje yoco “es paisano” de sima yoco, y ma yoco “es paisano” de ai yoco. “Paisano”, en el español amazónico, es una noción que se acerca más al principio de afinidad que al de consanguinidad – un “paisano”, en efecto, representa un afín potencial. La variedad sima yoco fue identificada como una especie del género Paullinia, diferente de P. yoco.6 Como lo sospechaba Schultes (1942, 1943, 1951, 1986) y lo planteaba Beck (1991), la unidad etnotaxonómica “yoco” consiste de varias especies botánicas. Dentro del nombre genérico “yoco”, se encuentra la especie Paullinia yoco Schultes & Killip (con algunas variedades) que se emplea para preparar la bebida estimulante, pero también otras especies de Paullinia que no se utilizan para consumo humano y que no contienen el alcaloide cafeína. Beck (1991), en su artículo dedicado a los problemas de clasificación del yoco, concluye que para los indígenas “todo lo que se parezca en forma y habito al yoco podría ser denominado como yoco” En efecto, los airo-pai hicieron uso de esta etno-confusión terminológica en sus relaciones con el comerciante que quería comprar “yoco” de los indígenas para los preparados adelgazantes o 6 presencia de alcaloides, sólo tres especies – P yoco, P. cupana (guaraná) y P. pachycarpa – dieron resultados positivos para los alcaloides teobromina y cafeína. Otra variedad de “yoco” que no se usa para preparar la bebida es oko yoco (“yoco agua”), que hace referencia a varias especies que al cortarse producen abundante agua y se usan para calmar la sed en el monte. Muestras botánicas de esta variedad fueron identificadas como: Paullinia cf. faginea (Triana & Planch) Radlkofer, Paullinia cf. imberbis Radlkofer, Paullinia cf. nobilis Radlkofer, Paullinia ovalis Radlkofer, Paullinia sp.5, sp.7, sp.10. COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 121 afrodisíacos de los laboratorios. Inicialmente, según nos contaron los airo-pai, el comerciante compraba el bejuco completo y los indígenas colectaban bejucos de la “familia del yoco”, principalmente quëje yoco. El efecto de esta extracción inicial de bejucos maduros es evidente en el muestreo de las poblaciones silvestres que hicimos en 2003 (ver Bolivar et al. 2004). Luego, el comerciante comenzó a comprar sólo la corteza. Como es difícil distinguir las cortezas y el comerciante no las prueba ni las huele, los indígenas comenzaron a mezclar corteza de sima yoco (“yoco veneno”) y de ma yoco en medio de las cortezas de quëje yoco, ya que estos tienen más peso de corteza viva (Bolívar 2005:124).7 De esta manera, los airo-pai terminaron vendiendo “para adelgazar gringos” cortezas de lianas que según sus criterios no son medicinales sino al contrario venenos que afectan negativamente la salud física así como el carácter y la calidad de las relaciones interpersonales de quienes los consumen. 4.“El yoco no sabe morir” Estas palabras de Venancio, uno de los hombres airo-pai que nos acompañaron en nuestro trabajo, sintetizan una lección que se nos hizo evidente en nuestro trabajo de campo: el yoco es un bejuco extremadamente resistente a la poda radical y la quema. Si bien el yoco es una liana bastante resistente, requiere de dos condiciones que son críticas para su desarrollo: agua y luz. El yoco es una planta de agua. Los tallos y semillas requieren de humedad constante para su enraizamiento o germinación durante las fases iniciales de desarrollo, y probablemente durante el período de floración y fructificación. Los bejucos, al ser cortados con el machete, manan abundante agua cristalina. El yoco prospera en zonas cer7 El sima yoco no es Paullinia yoco y no contiene los alcaloides teobromina y cafeína, característicos del yoco verdadero. Además, no es utilizado por los nativos y puede tener efectos potencialmente tóxicos. 122 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI canas a fuentes de agua, con suelos negros y arenosos, con mucha hojarasca. Por otra parte, requiere de abundante luz durante todas las fases de su desarrollo. La regeneración natural del yoco requiere de la formación de claros naturales que permitan el acceso de luz para las plantas en sus fases juveniles. En las chagras (claros de origen antrópico) que han pasado por una fase de quema, y en los rastrojos que las suceden, hemos visto que las plantas de yoco resisten bien la quema y rebrotan y se desarrollan en el proceso de regeneración secundaria del claro. Como lo señalamos arriba, las semillas de yoco que germinan en el sotobosque, con coberturas mayores al 70%, llegan a alcanzar hasta un metro o poco más de altura y permanecen en estado de latencia. Cuando las condiciones de luz mejoran, las plantas se activan y sus yemas rebrotan vigorosamente, produciendo largos tallos dotados de zarcillos que inician su ascenso hacia el dosel. Pudimos ver bejucos en esta condición que ya ascendían hasta los 10 metros y algunos hasta el dosel, en cercanía de claros naturales o antrópicos que habían alterado las condiciones de penumbra del sotobosque. Las plantas de yoco que rebrotan en los rastrojos antrópicos tienen acceso a abundante luz, mostrando un crecimiento vigoroso. Al no tener apoyo en árboles altos (en la mayoría de los casos se apoyan en yarumos o balsos que abundan en los rastrojos) tienen un largo crecimiento al ras del suelo y abundante ramificación. Los airo-pai hacen sus chagras preferentemente en monte firme y ocasionalmente en rastrojos antiguos. Cuando se tumba y quema una parcela de monte para hacer una chagra, todas las plantas, incluyendo las plantas de yoco, son derribadas y posteriormente consumidas por el fuego. El yoco sobrevive bien a tan drásticos procedimientos. La planta tiene una raíz central profunda que la hace resistente a la quema, y después de que se queman las chagras, las lianas de yoco van reapareciendo en los rastrojos. Vimos plantas COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 123 de yoco que habían sido quemadas dos veces y estaban rebrotando vigorosamente. Venancio nos decía que el yoco “no sabe morir” cuando mirábamos un pedazo de tumba de monte que no se había quemado. Un bejuco de yoco que se trepaba por un árbol hasta una altura de 40 metros había quedado aplastado por el mismo árbol en su caída; el tallo tendido había rebrotado en cuatro partes y tenía bejucos de hasta 1,30 m. De 211 plantas de yoco que reseñamos en 2005 con nueve familias airo-pai de los tres ríos principales – Yubineto (5 familias), Angusillas (3 familias) y Yaricaya (1 familia) – 109 fueron encontradas en paisajes naturales (85 en bosque primario y 24 en rastrojos naturales) y el resto, 102, en paisajes antrópicos (10 en chagras y 92 en rastrojos sucesionales). De estas últimas, 16 eran plantas sembradas por los airo-pai; 12 de ellas fueron sembradas, a partir de plántulas o de estacas, entre 2001 y 2002, coincidiendo con el período cuando el comerciante compraba yoco. Algunas de éstas habían alcanzado para esa fecha una altura de 10 metros y un diámetro de 2,5 cms. Otras tres plantas fueron sembradas en 1991 por una mujer que enviudó y las plantó para poder colectar el yoco cerca. Encontramos plantas de todos los tamaños – desde plántulas de 8 cms. hasta bejucos maduros que se trepaban hasta el dosel a 50 metros de altura – que clasificamos en cuatro categorías de altura, lo que nos da una idea de la estructura y vitalidad de las poblaciones de esta especie: 1. Plantas de menos de un metro de altura. Se encuentran en esta categoría jóvenes rebrotes en rastrojos o plantas que han germinado bajo el dosel del bosque y permanecen en estado latente. En esta categoría encontramos 62 plantas. 2. Plantas entre 1 y 5 metros de altura. Son plantas que están en crecimiento y aún no han alcanzado el dosel. En los rastrojos, sin embargo, se encuentran plantas bastante desarrolladas en esta 124 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI categoría de altura, que no se han elevado más por la falta de árboles en los cuales apoyarse. En esta categoría encontramos 54 plantas. 3. Plantas entre 5 y 10 metros. Pueden encontrarse aquí plantas adultas de rastrojo, cuya altura ha sido limitada por la altura del dosel, o plantas en rastrojos viejos o bosque primario que están creciendo decididamente hacia el dosel. En esta categoría encontramos 23 plantas. 4. Plantas de más de 10 metros. Se encuentran aquí los bejucos que han alcanzado el dosel y se encuentran en estado avanzado de madurez. Registramos 63 bejucos en esta categoría de altura, de los cuales 31 son bejucos plenamente maduros. Se trata aquí de un muestreo que no sigue los cánones y métodos de las disciplinas de las ciencias naturales. No hicimos ni transectos ni parcelas, como suele hacerse en este tipo de estudios, sino que a cada una de las familias le pedimos que nos mostrara las plantas de yoco que conocía. No obstante, podemos apreciar por lo menos dos cosas desde un punto de vista ecológico: (1) que es una especie que tiene individuos en todos las categorías de altura y presenta una pirámide que revela un crecimiento poblacional, y (2) que la renovación de las poblaciones silvestres está estrechamente ligada a la formación de claros y que el establecimiento de chagras de tumba y quema permite la renovación de plantas en sitios más cercanos a las viviendas. Estas condiciones de vitalidad de la especie pueden mantenerse mientras la extracción de bejucos se limite al consumo familiar tradicional. 5. Manejo actual y potencial El acto de cortar yoco y cargarlo a casa es visto como un acto de apropiación. La palabra utilizada para ir a cosechar yoco, huerocaine, COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 125 es similar a la palabra utilizada para cosechar productos de las chacras, cazar y comprar o intercambiar productos con comerciantes. Cada pareja, o cada persona adulta, se considera como dueña de las plantas de yoco que crecen en sus chagras y rastrojos, así como de las plantas de yoco que encuentra en el monte – gracias a su don personal de encontrar yoco – y que marca con una señal personalizada. Cuando una persona cosecha el yoco de una chacra o de un rastrojo ajeno, o cuando corta el yoco en el monte identificado anteriormente por otra persona, esto es considerado como un robo y genera conflictos y resentimiento, aún entre hermanos y parientes cercanos. Cada familia nos llevó por una sucesión de paisajes, desde la huerta de la casa, pasando por sus chagras recientes y sus rastrojos, para luego alejarnos por sus caminos habituales, en ocasiones en largas caminadas monte adentro. Esto nos permitió mapear el territorio socializado de cada familia en relación con la especie, que está muy ligado, tanto a su habilidad para reconocer la planta como a su conocimiento práctico de los espacios de rastrojos y monte derivados del conjunto de sus actividades: horticultura, recolección de productos silvestres, cacería, etc. La siguiente tabla muestra el número de plantas identificadas por cada familia Familias Jaime y Sandra Venancio Anselmo y Lorena Guido Belis Plantas identificadas 65 34 32 30 19 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI 126 Luciano Carlota Severino Antonio y Rosa Total 15 8 7 1 211 Todas estas familias tienen chagras y rastrojos y utilizan el monte. Sin embargo, la tabla muestra disparidades notables entre familias que conocen el monte y conocen el yoco – y eventualmente tiene ese espíritu – y aquellos que no lo saben encontrar. La familia de Antonio y Rosa sólo nos mostró un bejuco que crecía en un rastrojo al borde de una chagra nueva, y aunque Antonio se esforzó en ubicar nuevas plantas terminó confesándonos que él no sabía encontrarlo. Las plantas de yoco no reciben mucho manejo, ni las plantas silvestres ni las que crecen en rastrojos. De lo que aprendimos caminando el monte con la gente y visitando sus rastrojos, derivamos algunas observaciones preliminares en cuanto al potencial de manejo y reproducción del yoco que salieron de nuestras conversaciones con la gente y su conocimiento sobre la especie. 1. Prácticas de manejo silvicultural: ! Con plantas rebrotadas en rastrojos antrópicos que tienden a producir muchos tallos: (1) podar “chupas” o rebrotes múltiples para estimular el engrosamiento de uno o pocos tallos; (2) sembrar árboles de crecimiento rápido (como el guamo) que le sirvan de apoyo en el ascenso. ! Con plantas latentes en bosque primario o rastrojos viejos: (1) a las plantas de más de 50 cms de altura que no han COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 127 alcanzado el dosel se les puede mejorar las condiciones de luz tumbando árboles cercanos; (2) las plantas de menos de 50 cms pueden ser transplantarlas a rastrojos con mejores condiciones de luz. ! En todos los casos: limpiar para eliminar competencia por luz y nutrientes. 2. Prácticas de propagación: ! Transplante de plántulas germinadas en el sotobosque, como se señaló arriba: así es como dos de las familias han plantado yoco en sus rastrojos. ! Reproducción por semillas: encontramos dos bancos de semillas bajo bejucos maduros que habían fructificado. Algunas semillas ya habían germinado (calculamos que habían caído unos dos meses antes) y con ellas hicimos un experimento de siembra. ! Reproducción vegetativa por estacas: Algunas familias han sembrado de esta manera. Ha ocurrido también que los tallos de yoco que conservan tapados con hojarasca para evitar que se sequen, germinan cuando son dejados por más de dos meses. La siembra por estacas se debe hacer en forma horizontal y superficial (apenas tapando la estaca con hojarasca y algo de tierra); así vimos hacerlo a Don. Belís, y así fue que Anselmo plantó yoco hace unos años. Tanto la reproducción por semillas como la reproducción por estacas requieren de humedad constante para que tengan éxito. En el caso del transplante de plántulas hay que tener cuidado de no herir la raíz profunda; por esto creemos que no es conveniente transplantar lianas de más de 50 centímetros de altura. 128 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI Conclusiones Los airo-pai son como el cuacuiyo, dispersores del yoco. Su manejo de las lianas en las chacras, rastrojos y el bosque contribuye a la reproducción del bejuco. Como el cuacuiyo los padres airo-pai también silban, dando consejo a sus hijos y nutriéndose del extracto cargado de enseñanzas del yoco. Su concepción de los efectos de la planta sobre quienes la ingieren muestra que éstos son inseparables del contexto social en que es utilizada. Por haber nacido de la rivalidad divina y de “la sangre de Trueno”, y por ser una liana colgando en el viento, el yoco es potencialmente un veneno tanto como una medicina. Así como cuando se utiliza de la manera adecuada es la mejor palabra de consejo y la mejor purga contra la rabia para fomentar el trabajo y las buenas maneras de interacción y expresión, cuando se utiliza indebidamente, genera rabia, envidias, peleas y el mal uso de la palabra. El yoco es una planta instrumental en la construcción de la masculinidad airo-pai, y de las relaciones de género concebidas como relaciones de crianza de los hijos. Es decir, el yoco es instrumental en la construcción del parentesco airo-pai. El yoco es una liana eminentemente silvestre y su distribución es endémica de una región restringida del piedemonte colomboecuatoriano-peruano. Las poblaciones silvestres de la especie, como lo hemos mostrado, han tolerado perfectamente la extracción tradicional que le dan los airo-pai, e incluso, la destrucción y quema del monte para hacer chagras contribuye a la regeneración y crecimiento de las plántulas. No obstante, una extracción comercial, como la que se dio entre 2001 y 2002 sería claramente insostenible. El yoco que utilizan los airo-pai es de la especie Paullinia yoco; sin embargo, la unidad etnotaxonómica “yoco” es más amplia y comprende otras especies del género Paullinia, las cuales no contienen los alcaloides cafeína y teobromina, presumiblemente los principales agentes químicos de sus propiedades estimulantes. El yoco en el monte tiene COMO UN PADRE QUE DA CONSEJO 129 parientes y afines y su identificación es parte de un entrenamiento especial que realiza cada persona y que desarrolla en su consumo habitual y en su conocimiento del monte. Cuando los airo-pai vendieron a los comerciantes cortezas de las variedades sima yoco y ma yoco, variedades que ellos no consumen, strictu sensu no engañaron a los comerciantes, ya efectivamente les entregaron “yoco” – y los comerciantes, por su falta de familiaridad con el monte, fueron incapaces de reconocer cuál “yoco” estaban comprando. Efectivamente, las condiciones sociales y naturales de los airopai y del yoco silvestre son totalmente inadecuadas para la explotación comercial de la especie. Las todavía incipientes e irresponsables tentativas de uso comercial carecen de todo fundamento. El conocimiento botánico y etnobotánico de la especies es escaso, los estudios de sus propiedades farmacológicas incipientes, su potencial toxicológico aún por evaluar, así como la biología y ecología de la especie. Aunque los airo-pai actualmente explotan principalmente las plantas silvestres, su íntimo conocimiento de la especie y del monte – por algo se autodenominan “Gente de monte” – revelan un potencial para manejo agroforestal y para domesticación. El yoco es una medicina que puede ser medicinal y constructora de parentesco compartido, y al mismo tiempo es portadora de venenos que pueden alienar a quienes ingieren sus extractos, volviéndolos antisociales e intranquilos. El potencial de uso de esta planta deberá tomar como punto de partida el conocimiento airopai de las etnovariedades de yoco, de sus parientes y afines silvestres, de sus relaciones ecológicas y de las disciplinas corporales y sociales para relacionarse efectivamente con ese espíritu y construir cuerpos humanos y relaciones sociales duraderas. Descrita por Schultes como la “más importante planta no alimenticia en la economía de los nativos”, Paullinia yoco sigue siendo una especie de la cual todavía tenemos mucho que aprender. 130 L. E. BELAUNDE &J. A. ECHEVERRI Bibliografía citada: Beck, H. T. 1991. “Classification problems of the stimulant ‘yoco’ (Paullinia yoco Schultes & Killip, Sapindaceae): Taxonomic and ethnotaxonomic identification in Ecuador, Colombia and Perú”, in M. Ríos & B. Pedersen (eds.), Las Plantas y El Hombre: Memorias del Primer Simposio de Etnobotánica y Botánica Económica. Quito, Abya Yala: 187-197. Belaunde, L. 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