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Por qué Hamás ha lanzado este ataque contra Israel

Hamás ha lanzado un sorprendente ataque contra Israel desde Gaza, asesinando y secuestrando a decenas de militares y civiles. El objetivo de este inédito desafío es triple: boicotear el acuerdo israelí con Arabia Saudí, humillar y provocar a Israel y recordar al mundo que el conflicto palestino no ha terminado.
Por qué Hamás ha lanzado este ataque contra Israel
Fuente: elaboración propia

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Hamás, la guerrilla palestina que gobierna la Franja de Gaza, ha lanzado una operación pasmosa contra Israel. Sus milicianos se han infiltrado tras la frontera, asolando bases militares, paseándose armados por las calles, asesinando y secuestrando civiles, sorprendiendo al Ejército israelí. Justo cuando se cumplen cincuenta años de otro ataque sorpresa contra Israel: la guerra del Yom Kippur de 1973. Y todo retransmitido en vivo con vídeos como los que hacía Dáesh o se ven en la guerra de Ucrania. Un ataque inédito que ha causado un enorme shock en la sociedad israelí.

¿Por qué querría Hamás lanzar un ataque así? Aunque han demostrado que son capaces de operaciones mucho más complejas de lo que se creía, saben que el poder militar de Israel es muy superior y que su reacción será indiscriminada y terrible. Las Fuerzas Armadas israelíes ya han empezado a bombardear la Franja de Gaza a sangre y fuego. Quizá incluso lancen una amplia incursión terrestre. Si todo sigue el guion habitual, la respuesta israelí podría dejar miles de palestinos muertos y destrucción generalizada. ¿Pero y si fuera justo eso lo que Hamás buscaba? 

Impedir el acuerdo entre Israel y Arabia Saudí 

El primer objetivo de Hamás es geopolítico. Busca dejar en evidencia a los países árabes que han firmado acuerdos de normalización con Israel y boicotear las negociaciones con Arabia Saudí. Lo ha sugerido uno de los aliados más fieles de Hamás: Hezbolá, la milicia chií del Líbano. Estados Unidos también ha reconocido en otras ocasiones que las tensiones con los palestinos dificultarían el acuerdo con Arabia Saudí.

Desde 2020, cuatro países árabes han establecido relaciones con el Estado hebreo: Emiratos Árabes, Baréin, Sudán y Marruecos. Otros, como Omán y Catar, están acercando posturas con el Gobierno israelí. Les impulsa la presión de Estados Unidos, pero también el que Israel sea un atractivo socio comercial al que comprarle armas y tecnología. Pegasus, el software de espionaje que Marruecos ha usado contra España o Francia, es un producto israelí.

Sin embargo, estos acuerdos son incómodos para los países que los firman. A pesar de que el conflicto árabe-israelí haya perdido protagonismo en la agenda internacional, las poblaciones árabes siguen apoyando la causa palestina. No es raro ver protestas ciudadanas en ciudades como Rabat cada vez que las fuerzas israelíes atacan territorio palestino. Hamás espera que las imágenes de la destrucción de Gaza indignen al mundo árabe y pongan en aprietos a sus líderes.

No obstante, el mayor éxito para Hamás sería hacer descarrilar el acercamiento entre Israel y Arabia Saudí. Avalados por Estados Unidos, ambos países negocian un acuerdo que cambiaría la geopolítica de la región. La monarquía saudí ejerce de líder del mundo suní y acoge los santos lugares del islam; obtener su reconocimiento sería un enorme logro diplomático para Israel. El presidente estadounidense, Joe Biden, también necesita un éxito en política exterior que poder vender de cara a las elecciones de 2024. 

Arabia Saudí, por su parte, parecía dispuesta a aceptar la incomodidad a cambio de importantes concesiones por parte de Estados Unidos, como ayuda para desarrollar una industria de energía nuclear. Pero Hamás ha conseguido de repente que el precio a pagar por los saudíes sea mucho más caro, haciendo muy improbable que el acuerdo se cierre en el corto plazo. Como prueba, el comunicado que el Ministerio de Exteriores saudí ha publicado hoy, que culpa a Israel del ataque de Hamás.

La guerra continúa y la lideramos nosotros

La segunda clave del ataque de Hamás es política: les sirve para reivindicarse como líderes de la resistencia palestina ante su población y el mundo. Los palestinos están gobernados por dos facciones enfrentadas. Por una parte, el partido-milicia islamista Hamás controla la Franja de Gaza, no reconoce el Estado de Israel y mantiene la lucha armada; está considerado un grupo terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea, Israel y la mayor parte de países occidentales. Del otro lado está la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), una coalición liderada por Fatá, el partido fundado por Yaser Arafat. La OLP gobierna en Cisjordania, no es islamista sino nacionalista, renunció a la lucha armada y tiene relaciones diplomáticas con Israel y Occidente.

Pero la postura conciliadora de la OLP no le ha hecho ganar apoyo entre los palestinos, al contrario. Su estrategia no está impidiendo que Israel siga colonizando territorio palestino. Dos tercios de los palestinos creen que la situación es peor ahora que hace treinta años, cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo, la paz entre Israel y la OLP. Por si fuera poco, el líder de la OLP y presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, tiene 87 años, sonadas acusaciones de corrupción y el mandato expirado desde 2009. Su única reacción ante esta crisis ha sido un comunicado en el que defiende “el derecho de los palestinos a defenderse del terrorismo de la ocupación”.

Frente al inmovilismo de Abás, los palestinos de Cisjordania han salido a las calles a celebrar el ataque de Hamás contra Israel. Hamás tampoco tiene apoyo unánime entre la población: en Gaza son habituales las protestas y están surgiendo milicias alternativas. Sin embargo, las encuestas dan veinte puntos de ventaja al líder de Hamás, Ismail Haniya, frente a Abás en unas hipotéticas elecciones presidenciales, aplazadas por la OLP desde hace catorce años. El 53% de los palestinos cree que la lucha armada es la mejor manera de acabar con la ocupación israelí, frente a solo el 20% que prefiere las negociaciones. 

Humillar a Israel y lograr respaldo internacional

El último objetivo de Hamás, y el más importante, es propagandístico. Su espectacular incursión pretende demostrar que, pese al férreo bloqueo y vigilancia israelíes sobre Gaza, una milicia puede hacer daño a la mayor potencia militar de la región en su propia casa. Hacer ver que Israel no es invulnerable y puede ser humillada, y que no habrá paz mientras continúe la ocupación. Lo han hecho dejando al menos 150 israelíes muertos y varias decenas de civiles y militares secuestrados.

Un elemento central de esta estrategia es el secuestro de israelíes. El rapto de sus ciudadanos es un asunto especialmente sensible para el Estado de Israel. El caso más conocido es el secuestro y masacre de once atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, pero ha habido muchos más y suelen provocar una virulenta reacción por parte de Tel Aviv. Una incursión de Hezbolá en la que fueron capturados dos soldados israelíes provocó la Segunda Guerra del Líbano en 2006. El secuestro y asesinato de tres adolescentes colonos israelíes en Cisjordania derivó en la guerra de Gaza de 2014.

Por tanto, Hamás sabe que Israel responderá con dureza a esta humillación. Su Gobierno, el más ultraderechista de la historia del país, ya ha declarado el estado de guerra. El ministro de Defensa ha afirmado que “cambiarán Gaza para los próximos cincuenta años”. El que era hasta ahora el peor choque entre Israel y Hamás en la última década, el conflicto de 2014, duró cincuenta días y dejó más de 2.300 palestinos muertos y destrucción generalizada en la Franja por los bombardeos israelíes. Cabe esperar que esta vez el castigo sea peor. En el momento de publicar este artículo, los muertos palestinos ya se acercan a doscientos.

Sin embargo, Hamás parece dispuesta a hacer a los gazatíes pagar este precio. ¿A cambio de qué? Usarán los secuestrados para negociar la liberación de presos palestinos y obstaculizar las operaciones de castigo israelíes en Gaza. Aplazarán, aunque no impedirán, que Arabia Saudí normalice relaciones con Israel. Reclamarán el liderazgo de la resistencia palestina y recibirán el apoyo de buena parte del mundo árabe y musulmán. Pero, sobre todo, parecen esperar que la respuesta israelí contra Gaza sea tan virulenta que provoque una condena internacional contra Israel, como ocurrió en 2014 o en 2006. Es el penúltimo intento, a la desesperada, de darle la vuelta a un conflicto que desde hace tiempo parece decantado en su contra.

Blas Moreno

Madrid, 1994. Codirector y editor jefe de El Orden Mundial. Relaciones Internacionales (inglés) en la URJC.

2 comentarios

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    JOAQUÍN González de Quevedo

    Más allá de mi repulsa sobre cualquier acto violento, estos hechos me hacen preguntarme ¿Qué está pasando en el Próximo Oriente? Es curioso que en un momento en que parecía cristalizar unas políticas alejadas de la tutela de los EEUU como la normalización de las relaciones entre Arabia Saudí e Irán, o la negativa de la OPEP a ampliar la producción de crudo como le solicitaban desde Washington se intente quebrar este proceso.
    Estoy de acuerdo con Blas Moreno, autor de este interesante artículo, en que la respuesta de Israel al ataque provoque la condena internacional y focalice la atención en la causa palestina. Pero me cuesta que creer que solo se busque el victimismo ¿podría ser de Ucrania, con el apoyo de los países occidentales, haciendo frente a una gran potencia militar como es la Federación Rusa un ejemplo a seguir?

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    Arkaitz Orroño González

    Muy interesante el ejercicio de indagar sobre los motivos que han empujado a Hamas para llevar a cabo esta operación. Algunas voces apuntan a Teherán en cuanto a planificación y armamento. También hemos visto penetración desde el Líbano. Tal vez los palestinos pongan la «mano de obra», pero parece que esto obedece a una organización que va más allá de las fronteras de Palestina.
    De todos modos, lo que es irrefutable es el enorme fallo del Mossad a la hora de prever las acciones de Hamas. Un error equiparable al de la CIA el 11-S del 2001.

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